Dentro
de unos días se cumplen ocho años del accidente de Carmen de Patagones. El 28
de septiembre del 2004, un alumno apodado Junior ingresó a la Escuela Media n°2
Islas Malvinas y, con una pistola Browning calibre 9 milímetros, disparó a sus
compañeros. Harto de recibir burlas y maltrato, dejó un saldo de tres muertos,
cinco heridos y un país totalmente conmocionado por lo que sería la primera
gran tragedia en un colegio latinoamericano.
En
relación al hecho, docentes, testigos, padres y los medios de comunicación
comenzaron a analizar por qué un
adolescente de tan solo 15 años se apoderó de un arma de su padre para
atentar contra la vida de sus compañeros.
Pero
en ese momento nadie asumió la culpa: los padres señalaron a los docentes, los
docentes a los medios de comunicación, los medios de comunicación a los padres
y, en medio de todo esto, no quedó mejor salida que apuntar a los gustos
musicales del joven. Lo cierto es que, detrás de ese festín grotesco que
armaron los medios de comunicación hablando de víctimas y de un solo culpable,
dejó muy afuera a la reflexión.
Quizá,
la Argentina nunca encontrará respuesta para ese interrogante. Sin embargo, lo
que debería preocuparnos en este momento es si el panorama sigue siendo el
mismo o los antecedentes nos sirvieron para aprender que un adolescente
incomprendido por sus padres, ignorado por los docentes y herido por sus
compañeros, es una bomba de tiempo.
Si
hacemos un poco de memoria, podemos recordar que en el año 2003, 818 personas
de entre 15 y 24 años se suicidaron en Argentina. De esa cifra, 312 suicidios
pertenecieron a la provincia de Buenos Aires, 64 a Santa Fe y 55 a Córdoba, según
una investigación publicada por el diario La Nación.
Sin
ir muy lejos, en la semana del 26 al 30 se septiembre del año pasado, tres
hechos de violencia contra docentes protagonizados por familiares de alumnos y
también por estos últimos, sacudieron la opinión pública.
Además,
según un informe realizado por la Corporación Internacional para el Desarrollo
Educativo (CIDE), la Argentina se apoderó de las cifras más alarmantes. En
tanto, el 37,18% de los encuestados respondió haber sido insultado o amenazado
en el último mes. Mientras que el 23,45% dicen haber sufrido golpes.
El
panorama no cambió. Sigue siendo igual o peor. Pero ahora nadie habla de ello. Los
padres tienen otros intereses, los docentes solo quieren dar clases, los medios
de comunicación ya encontraron algo más de lo cual alimentarse y los alumnos
desean terminar las clases cuanto antes. La Argentina no cambió. Ahora también
hace falta reflexión. Docentes y padres deberían volver a la escuela y los
medios recibir una sanción, porque un adolescente incomprendido por sus padres,
ignorado por los docentes y herido por sus compañeros, es una bomba de tiempo;
talleres dirigidos a alumnos y padres orientados al respeto, de forma
obligatoria y fuera del horario escolar, podría ser una solución. O al menos,
ganar tiempo hasta que alguien se digne a escucharlos.
Titulo tomado de Página12 edición 29/09/2004
No hay comentarios:
Publicar un comentario