Fuente: Doctámbulos
Hace
unos días, en una reunión entre amigos, intentábamos encontrar una solución a
mis ganas de hacer alguna actividad física. Definitivamente el estar sentado en
el bondi, en la facu, en el momento de estudiar y en las horas eternas frente a
la computadora, me estaban pasando factura a la columna.
Entre
las distintas opciones surgieron el gimnasio y la natación. Pero el invierno es
cruel, las máquinas pueden arruinar el cuerpo y mi fobia al agua no es algo que
me preocupe cambiar. Al menos no por ahora.
Todo
marchaba bien, “esto sí”, “esto no”, “habría que preguntar de qué se trata”, “nunca
lo pensé”, hasta que una de las chicas arrojó una pregunta matadora: “¿Y
pilates?”. En ese momento lo único que se me ocurrió fue responder con otra
pregunta: “¿Los chicos hacen pilates?”. Evidentemente salió de mí una parte
prejuiciosa que quise silenciar y remediar inmediatamente tratando de dejar mi
ignorancia sobre el tema y repunté “¿de qué se trata?”.
Al
llegar a casa comencé a Googlear notas e info sobre esta disciplina y encontré
cosas interesantísimas. Entre las ventajas se encontraba: aumentar la
flexibilidad y la agilidad, aprender a respirar, disminuir el estrés, trabajar
la mente y el cuerpo, aumentar la fuerza física y, la más importante… mejora
del placer sexual (ah, no eso no)… mejora la postura y el alineamiento de la
columna.
Las
desventajas no eran muchas, pero vale la pena mencionarlas. Al ser una
actividad relajada, la cantidad de calorías quemadas no son superiores a las de
otro tipo de actividad como lo son salir a correr o andar en bicicleta. Y por
otro lado, y fundamental, se encuentra el estado de las máquinas del lugar
donde decidimos hacer pilates. Las máquinas son especiales y costosas, por lo
que muchas veces al haber menos máquinas y pocas personas, puede incentivar el
incremento de las cuotas mensuales.
También
encontré un artículo del diario La Razón del 2008, en el que establecía que
cada vez eran más los hombres interesados en esta práctica. Y que, en algunos
casos, llegaban a ocupar el 35% de las clases.
En
ese momento me decidí. Ya no me interesaba saber si había hombres o no en el
local que mi amiga me recomendó. En el caso de que me acepten como cliente, me
iba a inscribir sin dudarlo.
Cuando
llegué al lugar me atendió Tatiana, una de las profes del local. Con tranquilidad,
paciencia y serenidad me trató con tanto respeto que me convencí más aun de
anotarme. “Podes venir con short, calza…” e inmediatamente mi yo prejuicioso
decidió interrumpir una vez más. “¿Puede ser jogging?”. Claro, desde chicos nos
enseñan que los hombres no usan calzas. “Sí, sí, lo que te haga sentir más
cómodo”, contestó. En ese momento pensé que lo que sigue en modificar tiene que
ser lo de las calzas. Sé que se puede!
Tatiana
me propuso ir a la semana siguiente como una clase de prueba para poder
confirmar ahí si deseaba o no inscribirme a practicar esta técnica. Y así fue. A
la semana siguiente, luego de un fin de semana de mucho boliche, mucho baile y
mucha resaca, llegó el día. Me costó tanto levantarme (y eso que tenía que estar
a las 14), hasta que finalmente pude.
El
profe nos estaba esperando. Sí, EL profe. Aunque ya no me interesaba quién nos
diera la clase ni qué tipo de compañeros tendría. Pero sí, fui el único varón y
la diferencia ni se sintió. Al comienzo, pusieron música. Quizá era música
clásica o un estilo de música tranquilo que podría disfrutar muchísimo en casa.
Pero en ese momento parecía un sonido bizarro que preparaba la escena de algún
crimen. Sí, así de exagerado estaba y me sentía.
Con
el paso del tiempo pasé de sentirme casi cómodo a súper cómodo. Tatiana seguía
tratándome con respeto, el profe hacía chistes y mis compañeras no se quejaban
en ningún momento. Trabajábamos todo en equipo.
Definitivamente
el método Pilates no era lo que en un momento pensaba. Los ejercicios se ponían
cada vez más intensos y cada vez disfrutaba más de ese estiramiento de músculos
que iba sintiendo.
A
la clase siguiente fui con muchísimo dolor corporal. Pero eso era bueno ya que
significaba que estaba trabajando bastante bien. En esta ocasión, con Tatiana
nos empezamos a interesar más por nuestras vidas haciendo preguntas más
personales y me sentí nuevamente como si estuviese en casa.
Esta
vuelta, a la música la pude escuchar bastante bien. Se trataba de Coldplay y
Keane. Disfruté tanto de la clase que se pasó rapidísimo. La jornada fue aun
más cómoda que la anteriuor y los ejercicios fueron cambiando. Actualmente
estamos aumentando el peso de las poleas a medida que alcanzamos nuestros
objetivos.
Espero
que la próxima vez que les escriba sea sobre las calzas. Pero cuando finalmente
me decida ir a un negocio a pedir unas, espero que quien me atienda no me diga,
“¿De qué color las prefiere” porque ahí sí que la presión me mataría. ¿No se
dan cuenta de que los hombres no lloran, no usan calzas y no hacen pilates?.
1 comentario:
hola!!! me llamo Claudio, soy de Buenos aires, me gusto mucho tu nota!! y la vi justo por ese tema, comence pilates y no sabia que usar abajo, y me decidi por lo mas comodo, las calzas cortas tipo ciclista, al comienzo uno se siente raro, pero despues te sentis uno mas y la chicas no te hacen aparte, no se porque ese tema de uno mismo sentirse rechazado por la ropa, y el tema que se relaciona a la indumentaria de lycra con la mujer y no al hombre, porque el hombre no puede salir tambien con calzas a la calle, se verian muy bien ademas resalta la musculatura de las piernas, al final el hombre concede, como el pilates que fue hecho para el hombre y lo practican las mujeres y las calzas las usaban los hombres y ahora solo las mujeres.
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